El Tren a las Nubes desde afuera

DSC_8541El asfalto desaparece y la Ruta 51 se funde en un polvaderal de ripio grisáceo al entrar a la Quebrada del Toro. Atrás quedó Campo Quijano, el Portal de los Andes, y la camioneta se detuvo junto a un grupo de coches y buses de turismo parados en la quietud del amanecer salteño. Sus ocupantes, cámara en mano, esperaban la aparición del Tren a las Nubes sobre el formidable viaducto de 250 metros que une las dos márgenes del Toro, unos 25 metros sobre el río.

DSC_8561Por la ruta que va de la ciudad de Salta hasta el viaducto Las Polvorillas, a 4.200 metros sobre el nivel del mar (msnm), se puede acompañar al tren y vivir una experiencia singular a lo largo de esos 170 kilómetros de valles, yungas y puna. Además de la perspectiva distinta ante los mismos paisajes que ofrece el tren, es posible disfrutar de otros lugares, como el sitio preincaico más grande de Argentina, una cascada de aguas congeladas o la soledad entre los Andes y el cielo a miles de metros de altura.

En coche se puede salir sin apuro de la capital hasta una hora, o más, después de la partida del tren (a las 7), tomar la ruta 51 y hacer una primera parada en Campo Quijano, donde se cruza la vía. Junto a la estación y a modo de museo hay una antigua locomotora a vapor del Tren a las Nubes y una escultura del ingeniero norteamericano Richard Maury, quien diseñó y construyó ese ramal, y cuyos restos descansan en esta ciudad.

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Bajo el viaducto de la Quebrada del Toro está una de los primeros miradores virtuales, donde los turistas esperan largo rato al tren, hasta que su luz aparece entre la yunga de las laderas aún en penumbras. Después de verlo pasar por el viaducto comienza su persecución y acompañamiento en caravana.

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El tren puede correr a la izquierda de la ruta o a la derecha, bajo su nivel o muy por encima, escondiéndose en túneles o detrás de grandes rocas y atravesando amplias llanuras que lo hacen diminuto. Los turistas lo fotografían desde todos los ángulos y lo siguen como en un juego que los entretiene las cerca de ocho horas que tarda en llegar a San Antonio de los Cobres y Las Polvorillas.

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QUEBRADA DEL TORO

La quebrada del Toro se extiende unos 26 kilómetros hasta abrirse en Puerta de Tastil. En la primera parte, la más baja y cerrada, el río se desparrama en esta época en delgados hilos como en un delta, que corren suave y lentamente en un suelo de cantos rodados.

Quebrada del ToroDesde allí se pueden ver unos amaneceres dignos de postales, con los primeros rayos pálidos del sol que rompen la bruma del sereno y las polvaredas de la caravana; con las montañas azules al fondo, todo encajonado por las laderas cercanas aún oscuras.

El chofer de la camioneta del Ministerio de Turismo de Salta que llevó a CSM,  Juan Guantay, es un conocedor de la provincia y de muchos rincones de este recorrido, por lo que se separó de la caravana y tomó la quebrada por la ruta vieja, en cornisa sobre el margen más alto. El lugar elegido para ver ese crepúsculo en panorámica estaba junto a una angosta cascada que murmuraba entre el cerro y el camino.

DSC_8642El tren avanza a un promedio de 35 kilómetros por hora y es fácil para los vehículos adelantarse y esperarlo, muchas veces en los pasos a nivel donde las camionetas de seguridad del ferrocarril -que lo acompañan junto a una ambulancia- cortan el tránsito, generalmente compuesto sólo por la mencionada caravana que altera la quietud de la ruta desierta. Con el paso de las horas, pasajeros y automovilistas se reconocen, se saludan, se toman fotos durante el trayecto y conversan en las paradas.

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La otrora formación amarilla, blanca y naranja (*), de unos ochos coches, es celeste y blanca desde su vuelta al servicio tras la estatización del año pasado, con cinco vagones y una batea que lleva un grupo electrógeno. El recorrido es el mismo, con sus 29 puentes, 13 viaductos, 21 túneles, dos «rulos» y dos «zigzags”.

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OPCIONES

En coche sólo se pasan algunos  puentes carreteros, un par de caracoles en la montaña y se experimentan los cambios entre asfalto y ripio, aunque se tiene la libertad para escaparse del DSC_8662trazado e inventar su propio recorrido. La mayoría se detiene o baja la velocidad al pasar junto a solitarios ranchos de adobe en medio de la nada, pequeños caseríos junto a algún verdor fresco –a veces con árboles- que denota la presencia de agua a flor de tierra o subterránea, o ante los pintorescos cementerios puneños, bordeados de pircas y con sus cruces rudimentarias y flores artificiales.

DSC_8580Quienes van por la ruta perciben el efecto de la altura paulatinamente cada vez que se detienen y descienden, pero los pasajeros del tren, si no se movieron mucho de sus asientos durante las siete u ocho horas de viaje, lo sienten en forma repentina, generalmente al descender en Las Polvorillas o San Antonio de los Cobres.

En la quebrada hay varias estaciones, como El Alisal, Chorrillos, Ingeniero Maury y Gobernador Manuel Solá, en las que el tren puede detenerse, pero los pasajeros no pueden bajar. En las dos primeras, la parada es obligatoria porque allí realizan las maniobras en zigzag, para ascender 53 y 67 metros -respectivamente- en una muy corta distancia. La estación Chorrillos está cerca de la ruta y allí se detiene la caravana vial para observar la maniobra.

DSC_8564Luego el paisaje comienza a llenarse cardones, con gruesos troncos cubiertos de espinas que brillan doradas con el sol de la mañana, con formas semejantes a manos en diversas posturas, como si quisieran transmitir algo en lenguaje de señas. Más arriba, a partir de Solá, todo se vuelve más árido y la locomotora comienza a levantar polvareda, ya que le vuelcan arena sobre sus ruedas motoras para un mejor agarre en la subida.

DSC_8656Después la formación se desprende de la ruta y se pierde entre las montañas un buen tramo y, por un rato, los automovilistas disfrutan sin distracciones del imponente paisaje de la prepuna. En ese lapso, Guantay llevó a CSM a Alfarcito, a 2.800 msnm -el pueblo que se convirtió en el mayor exponente de la papa andina en la provincia y abastecedor de todo el país- para ver además su pequeña iglesia de dos torres de techos rojos.

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ALTURAS

En esa zona, debido a la altura desaparecen los cardones y sólo sobreviven matorrales de arbustos bajos y espinosos o duros pajonales. Las laderas de las montañas exhiben manchones de roca pelada, producto de desmoronamientos, que brillan como heridas rojas bajo el sol de la mañana.

DSC_8672El tren es aún más lento en la subida, lo que dio al chofer tiempo de parar en Santa Rosa de Tastil y visitar su feria con artesanías locales y de Bolivia, el Museo Arqueológico desde afuera y la parroquia de Santa Rosa de Lima. Unos 200 metros más arriba, detrás del pueblo, están las ruinas preincaicas más grandes de Argentina, que forman parte del Qhapaq Ñam, o Camino del Inca, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco el año pasado.

DSC_8681A esa altitud el aire empieza a enrarecerse y el cuerpo se torna lento y pesado, por lo que Guantay echó mano y compartió las indispensables hojas de coca para combatir el mal de altura, o “soroche”, mientras subía aún más por unos tortuosos caracoles de ripio.

Después vino la Planicie de Muñano, con sus pastos amarillentos y pesados como turba, entre los que corren hilos de agua que caen en un salto dentro de una grieta. En ese sitio, otra curiosidad: pese al fuerte sol de la mañana, el agua estaba detenida en su forma de cascada, absolutamente congelada como en un disparo fotográfico, y el arroyo que se forma en el fondo era una plancha de hielo que se astillaba como vidrio bajo los pasos.

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De vuelta en el camino, otra cuesta y un cartel anuncia que se está a 4.080 msnm, en Abra Blanca, el comienzo la puna. A lo lejos y a la derecha de la ruta se veían las cumbres nevadas del Abra del Acay. Junto a ese indicador hay puestos de venta de artesanías, como otros que aparecen en medio de la nada en ciertos puntos de la ruta donde se supone que bajarán los turistas a tomar fotos o esperar al tren.

DSC_8720Las vías y el camino vuelven a unirse en un punto del altiplano, donde la formación sale del último túnel, en el que los turistas aguardan con las cámaras dispuestas. Allí Guantay tomó un desvío, cruzó por una zona de obras de la empresa ferroviaria -cuyos operarios lo saludaron a la distancia- y tras subir por un difícil camino pedregoso se detuvo en una altura desde donde se dominaba un imponente paisaje, previo al túnel: El Abra de Muñano.

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DSC_8734La inmensidad y la soledad de los Andes, el silencio de un desierto de montañas apenas alterado por el sonido del viento, la vía serpenteando un centenar de metros bajo la cornisa, las laderas azules o rojizas hasta el horizonte y el cielo azul profundo hicieron que el fuerte viento helado que resecaba la piel fuera más soportable y que la hora de espera del tren pareciera más corta.

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La formación apareció sobre un camino de hormigas en la falda de un cerro, se perdió tras las rocas y minutos después resurgió desde un túnel, muy por debajo del abra, por la vía sinuosa que desaparecía en otro túnel, del que saldría junto al grupo de turistas que esperaba.

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FINAL DEL CAMINO

Desde allí, ya no hubo paradas hasta San Antonio de los Cobres, que apareció en una planicie con sus bajas casas pueblerinas de techos de chapa acanalada o paja, en contraste con los rojos tejados del prolijo barrio militar.
DSC_8795Minutos después, el tren llegó anunciándose con largos silbidos; algunos turistas aplaudían desde el andén y los pasajeros saludaban por las ventanillas; pronto fue rodeado por vendedores que ofrecían sus artesanías y comidas.

Unos 18 kilómetros otro lugar admirable, aunque por obra del hombre: El viaducto Las Polvorillas, a 4.220 msnm y a unos 60 metros por encima del ripio de la mítica Ruta 40.

DSC_8853La imponente construcción –cuya complejidad algunos comparan con la de la Torre Eiffel- merece ser admirada desde abajo tanto como desde el Tren a las Nubes; algo que CSM había experimentado en un viaje anterior (*).

Después de San Antonio de los Cobres, la formación pasó por la estación Mina Concordia y llegó al viaducto una media hora más tarde. Esta espera también pasó rápido, debido a la lentitud con que los visitantes deben moverse al apearse en ese punto, el más alto del recorrido, donde les es más difícil respirar y hacer cualquier esfuerzo.

Tras anunciarse con el silbato, el tren se detuvo en un mirador que hay sobre el cerro Pelado -extremo este del viaducto- y la locomotora cambió de punta, mientras muchos pasajeros descendieron a tomar fotos desde las barandas y a comprar artesanías a vendedores ambulantes. Luego el convoy entró lentamente al viaducto, de culata y con viajeros pasajeros asomados con sus cámaras en las ventanillas.

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Casi en simultáneo con el tren, a ese mirador llegaron los vendedores locales en camionetas o motos para procurar más ventas durante esa parada de casi media hora. Con una agilidad que resultaba increíble para los llegados del nivel del mar, subían la ladera del cerro por un sendero en zigzag casi corriendo con sus bultos.

Con el mismo ritmo bajaron luego para ir al pueblo en busca de su última oportunidad, cuando los pasajeros descienden para dar un breve recorrido individual y luego trasladarse a buses que los DSC_9095llevan de regreso a Salta, con parada en Tastil. El tren vuelve lentamente y sin pasajeros para arribar a la capital provincial cerca de la medianoche.
La mayoría de las combis y algunos coches que conformaban la caravana vuelven a Salta junto a los buses, y quizás aprovechan la parada en Tastil para recorrer el sitio arqueológico. 
Otros se quedan a pernoctar en San Antonio de los Cobres, para recorrer a fondo el pueblo y sus alrededores y luego desandar el camino hacia salta, en un viaje sin el tren como compañero de ruta.- (CSM)

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Por Gustavo Espeche ©rtiz

(Derechos reservados)

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(*) Ver en este mismo sitio artículo «Tren a las Nubes: un viaje por paisajes, por sensaciones y por el tiempo» :  https://cronicasdesdelsur.wordpress.com/2013/10/03/tren-nubes/

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